SCARY BUT TRUE





El yepa yepa yepa, no deja de retumbar en mi cabeza.

Aún a sabiendas de que mi fortuna sería trabajar al otro día, me aventuré a los laberintos del placer que solo Silverio le podía dar a mi pies aquella noche de Noviembre.

Entre gritos y retumbos salió de las penumbras, todo vestido de rojo, rojo burgundy, tela brillante, muy probablemente sintética, solapas oscuras y botines norteños estilizados.

Toda expectativa desbordo mi escepticismo. Ni youtube me lo hubiera traido a dos pasos de sus truzas mal puestas y su panza rendonda como globo de plazuela. Ni siquiera me decepcionó que no fueran American Apparel. Y esa peluca, esa peluca trazquilada y mal peinada, que daba piruetas al son de sus gritos sobre el tornamesa.

 
La interacción con su público muy activa, atrevida; de hecho, hasta pecó de corriente, mordaz y sexosa. Como todas esas cosas que te asustan pero te gustan (diría Ana Bárbara).

 
Asi es Silverio, una bola de sentimientos encontrados que en este punto de mi vida me causan gracia en lugar de desgracia. Posiblemente otro día, en otra ocasión, otro mundo u otra vida le hubiera tirado hasta con el balde (con hielo, cerveza y todo el kit), pero para que un suspicaz, mal educado e intrépido señorito me haga reir y bailar al mismo tiempo, un talento habrá de tener…o dos…o tres.